La Ilustre Hermandad y Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno Rescatado y María Santísima de la Amargura, erigida canónicamente en la Iglesia de Nuestra Señora de Gracia de los Padres Trinitarios de Córdoba, proclama y hace público que fieles a la tradición que nos han legado nuestros mayores, y queriendo dar solemne testimonio de amor y gratitud a Nuestro Padre Jesús por los inmensos beneficios que debemos a su intercesión, postrados ante su altar en la gran fiesta de nuestra Hermandad, hacemos pública protestación de creer y confesar sinceramente:
Que Jesús es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, Hijo Único de Dios, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, fue crucificado, muerto y sepultado y resucitó de entre los muertos y ascendió a los cielos y desde siempre está sentado a la derecha del Padre.
Del mismo modo, que la Santísima Virgen María, por especial privilegio de Dios Omnipotente, poco después que hubo rendido con su muerte el sacrificio de su vida, a imitación de su Santísimo Hijo, resucitó gloriosa para nunca más morir y subió al cielo en cuerpo y alma para ser exaltada sobre todos los coros angélicos, siendo este privilegio complemento de la gracia singular que le fue concedida en su Concepción Inmaculada como consecuencia del inefable Misterio de su Divina Maternidad.
Igualmente Creemos y Confesamos:
Que desde el excelso trono a que fue elevada en el día de su Asunción al Cielo, continua ejerciendo su poder de intercesora junto a su Hijo como Mediadora universal de todas las gracias que en favor del género humano, brotan del Corazón Sacratísimo de Jesús, eterno manantial de misericordia, asociándola a la admirable obra de la Redención del mundo.
Ambas verdades, que contenidas en el Magisterio Ordinario de la Iglesia, y proclamadas por la creencia universal de los fieles, son fuente de esperanza para todos los mortales, las defenderemos con todas nuestras fuerzas hasta el último aliento de nuestra vida. Y así:
SOLEMNEMENTE LO PROMETEMOS, VOTAMOS Y JURAMOS.
Dignaos, Señor Rescatado, acoger benignamente estos nuestros votos, humilde ofrenda del entrañable amor que os profesa esta Hermandad.
Haced que en esta ciudad, como en todo el mundo, florezcan cada día más la fe y las virtudes cristianas, sed nuestro amparo en las tribulaciones, calor en nuestros hogares, firme sostén de nuestra esperanza, alma de nuestra existencia y que el último de nuestra vida sea de amor para Vos, que con el Padre y el Espíritu Santo reinas por los siglos de los siglos.